
En un océano de ruido constante, el silencio se convierte en un refugio invaluable. Hace un par de meses, mientras lidiaba con la presión de múltiples proyectos, decidí desconectar. Una tarde entera sin el zumbido del teléfono, sin las notificaciones que me reclamaban atención. En ese espacio, me di cuenta de que cada silencio trae consigo claridad.
Al igual que una brújula que se estabiliza en la calma, nuestros pensamientos encuentran su norte en la quietud. Aprendí que el silencio no es simplemente la ausencia de sonido, sino la plenitud de la reflexión. Nos ofrece la oportunidad de escuchar nuestras propias voces, de entender nuestras pasiones y, sobre todo, de tomar decisiones alineadas con nuestra verdad interior.
¿Te has tomado un momento para desconectar y escuchar lo que realmente quieres? Te invito a reflexionar sobre la importancia de crear tu propio espacio de silencio.